10 septiembre, 2006

DIVINIZACIÓN DE YAZNÄM E ĨRLAZT

Camina la bella Yaznäm,
ligeros su pies la guían
por fríos senderos de Nôrmant.
Lleva su amado hasta morir ella.
Fallece su delicada figura
sobre la eterna nieve.

Con blancas plumas desciende
Aĩrn, hijo viajero del Viento,
toma los cuerpos que unidos
por hielo descansan;
los levanta con fuerte batir de alas
pues llorosos reclaman los Dioses.

Vuelan las grandes aves
a las Estancia Divinas desde Mĩvel.
Allá viaja la princesa de Môngul,
allá va el Nuevo Rey.
En el Palacio de Plata
velados serán los mortales.

Entonan cánticos los Grandes:
imploran el alma de sus hijos:
de Ĩrlazt caballero nacido en la noche
bajo el amparo lunar de Eîtal,
la de blanco ropaje y cabello,
y con la fuerza imponente de mar,
el profundo reino de Närahal;

de Yaznäm princesa, nacida
en los bosques de eterno follaje,
hija de Vîkxu, la hermosa
con dolorosos ojos brillantes,
y de Altërian humilde,
del valor dueño.

Hermosas doncellas recogen las armas
bañadas en sangre de efímero seres.
Funden el hierro, funden la plata,
unen las piezas de ricos metales;
tan fuerte armadura forjaron
en casa de Dioses.

La lanza cogen y el escudo,
con zafiros adornan la espada;
la doble hacha se ha hecho;
el yelmo, la daga, todo está listo.
En el lecho de combatientes
descansa la tejida cota de malla.

Tejen ropajes de finos colores
con las más poderosa telas;
corre el hilo, gira la rueca:
el vestido y el velo son diseñados.
Trabajan de día y de noche
sirenas, ondinas, incluso las Oras.

En el cielo la uva es cortada:
se hace el más rico vino.
Preparan platillos tremendos:
las bestias se sacrifican
para ser alimento precioso
de los hijos velados.

Toma Fûlkarp su vara de fuego,
por Akĩx la maza en llevada,
espera la orden Nîal
con el arco tensado,
Närahal porta la espada,
su furia desata el poderoso.

Los Dioses alistan la forja,
marchan al Nĩfheim por guerra.
La puerta destrozan:
la sierpe ha muerto.
Allí Häna los aguarda,
tremenda batalla inicia.

Han de caer Avôp, Rojo Sol,
e Ĩxkik, mensajero divino,
allá van Niërkla, domadora del alma
y Ĩkotx, el Oso Polar.
Y Väintar, Ĩmporlt y Hĩntal,
descendientes de Nêktôkk.

Entonces juramento prestan
los hijos de Kintz poderosos.
Retornan las vagabundas almas
de Yaznäm e Ĩrlazt.
Preparada se encuentra la fiesta
para la vuelta de los queridos.

Reacciona primero la bella:
la llama en sus ojos se enciende
y el calor que desprende,
genera la vida en su lecho.
A su lado yace el caballero,
duerme tranquilo el Dios.

Yaznäm le abraza llorando,
sus lágrimas mojan el rostro.
Abre los párpados llenos de agua
-el mar profundo vuelve a nacer-;
divinos los labios recorren su cara
mientras miradas deseosas se aman.

A ellos terrible grito llega,
en Môrvel ha muerto Kĩrar:
venció la blanca Vintrëza,
doncella con Voz de Viento.
Toman sus ropas dispuestas,
ya salen a perenne jardín.

Los Divinos hacen concilio,
al centro se sientas los príncipes,
miran el círculo temerosos.
Allí se levanta Fûlkarp,
alza la mano y saluda,
vetusta se escucha su voz:

“Han vuelto a la vida
los hijos divinos amantes.
En Mĩvel cumplieron bien,
ahora su destino continúen
habitando nuestras estancias,
ya bastante dolor sufrieron.

Este momento es suyo,
amarse es su misión:
que el fuego y el agua se unan:
como esposo, Yaznäm preciosa,
tendrás a Ĩrlazt guerrero;
tú a la más bella querrás”.

“Muchas cosas depara su vida,
unidos han de enfrentarlas.
Pero con Nĩal su hija vendrá,
deberá habitar con vosotros,
mas en ello no elijo yo
sino aquellos que han vuelto a nacer”.

Así habló Nĩal, Señor del Viento,
sobre Vintrëza, doncella guerrera,
y los amantes callaron,
pero en sus ojos tuvieron respuesta...
Las puertas se abren,
la cena será servida.

Y solos permanecen, de noche,
en el Palacio de Plata.
Allí reinarán hasta el fin de los días,
cuando la Llamada de Gôlverg
se escuche y mortales y Dioses
combatirán por última vez.

Así habitan en las alturas,
en Mĩdheim, Hogar de Dioses,
de los Cuatro Grandes,
y velan los cuerpos hermosos
mientras sus ojos cierran los lazos
que en Mĩvel no pudieron tener.

2 comentarios:

Ana Corvera dijo...

¡Hola! oye qué gusto me ha dado tu comentario, lo agradezco infinitamente; creeme que es un honor. Veo lo que construyes con tu escritura y me parece loable. Qué te digo, gracias, felicidades, y en adelante nos seguiremos la pista.

Israel dijo...

Gracias por visitarme. Las palabras expresan nuestro pensar (a veces) pues la mente es infinita y las palabras no. Lo más que puedo hacer es ser honesto con la gente que trato.

Saludos.